En los últimos años la sociedad nacional e internacional se ha visto sometida a una serie de modificaciones han afectado a la realidad cotidiana de los ciudadanos. El sistema de educación español ofrece un amplio abanico de centros y de programas lo que le ubica entre uno de los mas variados de Europa. La variedad de ofertas de formación, junto con el adecuado equilibrio entre el sector público y privado, es uno de los puntos fuertes del sistema. La búsqueda y la preocupación constante desde la administración pública por el mantenimiento de la calidad de la formación garantizan el buen funcionamiento del conjunto.
De la misma forma, desde hace años, los centros docentes han iniciado un proceso de acer-camiento a las demandas reales de la sociedad civil y del mundo empresarial, buscando, así, un refuerzo y una complementariedad entre las dos áreas.
España tiene una larga tradición en lo que se refiere a la educación. No podemos olvidar que nuestra tradición universitaria arranca con la creación, en plena Edad Media, de la Universidad de Salamanca (1218) a la que siguieron otras importantes instituciones educativas (Universidad de Santiago de Compostela, Universidad Complutense, entre otras) y avanza de forma paralela a la impresionante historia cultural y política española. En una época más reciente, el sistema educativo español puede considerarse heredero del instaurado en Europa en el siglo XIX aun-que, el paso del tiempo ha hecho que el sistema español se muestre más descentralizado y ágil, sin perder de vista la búsqueda de la calidad y la excelencia académica y docente.
A diferencia de otros sistemas educativos y formativos europeos, España ha logrado mantener y potenciar el equilibrio entre la titularidad privada de los centros de formación —en cualquiera de sus niveles, básica y obligatoria, media y superior— y la titularidad pública. El principal resultado de dicho equilibrio es la abundancia y la variedad de las posibilidades formativas. Todas ellas presentan un denominador común: la convicción de que la internacionalización, la apertura de los centros de formación y la búsqueda inquebrantable de la calidad, son los pilares sobre los que se sostiene el futuro del sistema formativo español, inmerso en un mundo globalizado.
Sin duda, el contar con el idioma español —compartido por más de 400 millones de personas y lengua oficial en 21 países— como la herramienta esencial de trabajo en el sistema, es un activo que se tiene que tener presente en el momento de plantearse un itinerario formativo.